Lamentándose o Reflexionando

En estos blogs, hemos hecho muchas comparaciones: miedo versus ansiedad, soledad versus aislamiento, soledad versus estar solo. A veces las diferencias dependen enteramente de la perspectiva que elijamos adoptar. ¿Caminaremos con gratitud o amargura, alegría o tristeza, sobreviviendo o prosperando? Hoy quiero analizar más de cerca la diferencia entre lamentarse y reflexionar.

Nuestras palabras son importantes para una comunicación clara. Para utilizarlas apropiadamente, debemos comenzar con definiciones. Hemos hablado de lamentarnos en otras ocasiones y entendemos que es una forma bíblica de expresar adecuadamente nuestro dolor o enojo hacia Dios. Más de la mitad de los Salmos son lo que llamamos Salmos de Lamento. Un lamento es una expresión apasionada de pena o tristeza y es una respuesta muy natural a una pérdida profunda.

Reflexionar trae a la mente una imagen completamente diferente. Si bien rumiar puede significar pensar profundamente en algo, más a menudo lo que me viene a la mente es el término "rumiar". Aquellas de nosotras que crecimos en una zona agrícola recordaremos inmediatamente que las vacas, las ovejas, las cabras y las jirafas rumian. Sin entrar en detalles, digamos simplemente que estos animales tienen estómagos con múltiples cámaras y deben volver a masticar la comida un par de veces para poder digerirla. ¡Puaj! ¡¿Cómo se le ocurrió a Dios eso?! En su forma más simple, rumiar significa masticar algo una y otra vez.

Lamentarse es un camino que Dios nos ha dado para expresar nuestra pena, dolor o ira y avanzar a través de ellos hacia un lugar mejor espiritual y emocionalmente. Al principio de nuestros grupos de Refocusing Widows cubrimos la creación de un lamento con gran detalle con sus siete pasos. Lamentarse es un proceso saludable que nos ayuda a avanzar en nuestra temporada de duelo.

Sin embargo, rumiar es un camino que no lleva a ninguna parte. Por lo general, es un síntoma de estar “atascadas” en el duelo, incapaces de liberarnos de repasar repetidamente la pérdida de nuestro ser querido. Rumiar es pensar en algo una y otra vez, hacer girar nuestras ruedas intelectuales, repensar y revivir la pérdida de nuestro cónyuge. El problema es que este tipo de pensamiento puede volverse obsesivo y emocionalmente paralizante. Parece haber algo en nuestro subconsciente que sigue esperando que si lo pensamos una vez más podremos llegar a un final diferente.

En algún momento debemos aceptar el hecho de que nuestro cónyuge se ha ido, y nada de lo que podríamos haber hecho entonces, o nada de lo que podamos hacer ahora, cambiará eso. En Jeremías 29:11, la Escritura dice,“Yo sé los planes que tengo para vosotros, dice el Señor. Planes para el bien y no para el mal; Planes para darte un futuro y una esperanza.” En Juan 10:10 Jesus dice,“Yo vine para que tengan vida, y vida en abundancia.”

El corazón de Dios es que prosperemos en esta temporada presente. No se sorprendió cuando nos quedamos viudas. No, al contrario, Él sabía desde el principio que afrontaríamos esta temporada. Él ha estado trabajando en prepararnos y equiparnos para prosperar y caminar con alegría nuevamente, a pesar de nuestras trágicas pérdidas.

¡Uno de los mayores desafíos que podemos enfrentar es controlar nuestros pensamientos! Esa niebla de viuda se cuela; el agotamiento del duelo se apodera de nosotras; la pérdida de sueño pasa la factura. Cuando esos pensamientos llegan de manera persistente, tomando el control de nuestras emociones y de nuestra capacidad para funcionar normalmente, solo encontraremos libertad recurriendo al Padre que nos ama y nos fortalece en medio de cada desafío difícil.

¡Anímate hoy porque no eres un rumiante por naturaleza y tus pensamientos pueden ser capturados y alineados con la Verdad de lo que Dios dice sobre tu vida!

Sus pensamientos y comentarios siempre son bienvenidos aquí, o puede enviarme un correo electrónico a sheryl@freshhope.us

 

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