El fin de semana pasado, estaba viendo el juego de campeonato de baloncesto masculino de la NCAA y noté algo a lo que nunca antes había prestado mucha atención. Pivotar. Ahora sé lo que es un pivote: ¡mis hijos jugaban al baloncesto! Incluso encontré una definición en el diccionario para esto: “colocar un pie en el piso y girar para que el otro pie gire hasta 360 grados alrededor del pie estacionario”. Y comencé a pensar en los puntos de pivote que experimentamos a lo largo de la vida.

Todas estamos familiarizadas con cómo se ve esto. Estamos viviendo la vida y algo requiere que cambiemos de dirección…. pero ese pie anhela permanecer enraizado. A veces nos encontramos dando vueltas y vueltas, con ese pie de pivote firmemente plantado donde ha estado cómodo y, como resultado, ¡no podemos avanzar en ninguna dirección!

La vida crea puntos de pivote. Estamos en el juego, regateando por la cancha, y de repente llegamos a un punto muerto causado por la muerte de nuestro cónyuge. Descubrimos que un pie está completamente atascado en el pasado familiar, negándose a avanzar. Estos puntos de pivote no significan necesariamente el fracaso o el final de todo. Tampoco significan que debemos dejar de avanzar permanentemente. Pueden significar nueva oportunidad y visión. Pueden incluir sus ideas locas y nuevos comienzos. Pueden ser el punto de partida para los sueños que nunca pensaste que podrían hacerse realidad para ti.

Otra definición dice que un pivote es “un ajuste o modificación hecha para adaptarse o mejorar”. Se puede pensar en un pivote como un punto de inflexión para bien o para mal en el progreso de una serie de eventos. No es necesariamente el final, sino una coyuntura crítica, a partir de la cual continúa la vida.

Un buen ejemplo de giro aparece en el Nuevo Testamento en Hechos 16:6-10 donde leemos la historia familiar de la intención del Apóstol Pablo de viajar a Asia. ¡Dios intervino y lo envió en una dirección completamente diferente a Macedonia! Ciertamente no era lo que Paul había planeado para sí mismo, pero el impacto de ese viaje cambió un número incalculable de vidas.

Entonces, ¿cómo se relaciona todo esto con nosotras como viudas? Con la pérdida de un cónyuge, nuestra vida llega a una de esas “coyunturas críticas”, donde nuestra dirección necesita cambiar por completo. Mantener un pie en el pasado detendrá nuestro crecimiento y nos impedirá avanzar hacia lo que Dios tiene para nosotros. Los pivotes son difíciles porque exigen un cambio de dirección, ¡y a ninguno de nosotras nos gusta el cambio!

En algún momento llegamos a una pregunta fundamental que ya no es: "Dios, ¿por qué te lo llevaste?" Empezamos a preguntar: “Dios, ¿por qué me dejaste aquí?” Necesitamos evaluar, ajustar y hacer cambios a nuestra dirección anterior.

Si hacemos esto, podemos encontrarnos en un camino completamente nuevo y maravilloso, viviendo sueños que nunca creímos posibles y teniendo una esperanza llena de fe a pesar de la pérdida traumática de un cónyuge. Al considerar esto, ¿te encuentras lista para hacer esta pregunta fundamental?¿Tienes el coraje de seguir un sueño y adaptarte a una nueva temporada?

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